Sigue siendo necesario buscar una fórmula que combine el ajuste fiscal con el de la deuda privada pero ofreciendo margen para la recuperación económica
Ya saben que en mi opinión no hay nada imposible. Pero sí muy complicado, tanto que roza lo imposible. La dinámica actual de ajuste fiscal y dinámica recesiva nos ha metido en un bucle de muy difícil salida. Decía un empresario con el que hablé hace unos días que estamos obsesionados con la deuda, cuando lo relevante es poder pagarla. Yo le respondía con una presentación con el siguiente título: “Década de desapalancamiento: inventando el crecimiento”. Al final, está muy bien pensar en recuperar el crecimiento. Pero es fundamental seguir reduciendo la deuda. La del sector público pero mucho más la del sector privado. Y esto último especialmente es lo que puede seguir condenándonos a un periodo de débil crecimiento con recesión más o menos intensa inicial. ¿Vuelve la época pérdida de Japón? Draghi lo rechazó hace unos días justificándolo en las medidas que se están adoptando para ajustar los desequilibrios. Se refería especialmente al desapalancamiento.
Como ven, sigue siendo necesario buscar una fórmula que combine el ajuste fiscal con el de la deuda privada pero ofreciendo margen para la recuperación económica. ¿Y si se aplaza el ajuste fiscal? Seguro que el BCE teme que se repita la historia con el PEC. Por el contrario, Mario Draghi mencionó algo en lo que yo creo firmemente: el canal de confianza. En definitiva, las reformas estructurales que aumentan el crecimiento potencial y el ajuste fiscal que recupera la confianza a medio plazo en un crecimiento más equilibrado llevarán a recuperar la confianza de los agentes económicos. Al final, mejor un shock a corto plazo intenso y recuperación fuerte y sostenible a medio que no un crecimiento bajo y titubeante a medio plazo. Pero no todo el mismo puede tener la capacidad de aguante social y político de un escenario económico tan negativo a corto plazo.
Lo que el Gobierno español y otros están pidiendo es dilatar el ajuste fiscal para que su impacto en la economía no sea tan negativo a corto plazo. Es una petición con sentido, considerando que el deterioro económico de entrada es ya muy intenso. Hasta 3 puntos más de ajuste podría llevar a provocar una caída del PIB que podría superar el 2.5 % frente al descenso del 1 % que espera la Comisión Europea. Además, no estoy seguro que lograra el objetivo de bajar el déficit hasta el objetivo del 4.4 % del PIB. De hecho, nosotros esperamos que el déficit este año baje hasta un 5.5 % desde el 8 % anterior. Y sin embargo esperamos un recorte del PIB como el que he señalado antes. La Comisión ha respondido que espera conocer las medidas de ajuste antes de dar una respuesta.
Dilatar y repartir el ajuste no es aplazarlo: esto es lo que pretende evitar la Comisión. Es el temor que también parece compartir el Presidente del BCE que advierte que la mejora en las condiciones de financiación y caída de las primas de riesgo no ha sido tanto por una mayor confianza como por las medidas de liquidez extremas que aprobó la Institución a finales del año pasado. Muchos lo confunden, lo que sólo puede llevar a la tan temida complacencia.
Por el momento las medidas de ajuste fiscal aprobadas por el Gobierno español son estructurales, pero también temporales. Todos somos conscientes de que el deterioro de las finanzas públicas en los últimos cuatro años ha respondido a una combinación de estabilizadores automáticos y aumento del déficit estructural.
En estos momentos el déficit estructural se estima en la mitad (0.4 % será probablemente el límite máximo a partir de 2020) del 8 % del PIB aún no confirmado en 2011. Y el nivel de deuda pública podría superar ya este año el 80 % del PIB (60 % el límite en la Constitución a medio plazo) .Las reglas fiscales aprobadas por el ejecutivo, imponiendo el ajuste del déficit y de la deuda a medio plazo en la Constitución, podrían suponer una garantía de que el camino para la reducción del déficit es irrevocable. Entonces, ¿por qué forzar una política fiscal anticíclica tan virulenta como la que imponen los objetivos de déficit fijados en Bruselas? Por el rigor de los mercados. Pero los mercados hoy por hoy están “controlados” ante un mar de liquidez creada por los bancos centrales. Todo correcto, por el momento.
Las Reglas fiscales aprobadas por el Gobierno, impuestas por la Zona Euro a sus miembros, pretenden compaginar el objetivo de sostenibilidad de las finanzas públicas a medio plazo pero ofreciendo margen para los estabilizadores automáticos a corto plazo. El problema de fondo es que se parte de un importante desequilibrio, como comentaba antes con el déficit estructural, que debe ser corregido lo antes posible. Recuerden que parte de los ingresos de los últimos diez años eran temporales y no estructurales. Pero el gasto, comenzando por la sanidad, educación y del propio funcionamiento de las AAPP, sí es estructural. La presión fiscal no puede seguir subiendo de forma indefinida, lo que plantea un doloroso ajuste de gastos a corto plazo ante la dificultad de mantenerlo a medio y largo plazo más allá del mayor crecimiento potencial del PIB que pretenden las reformas de oferta. Se puede repartir este ajuste del gasto en varios ejercicios, pero me temo que es ineludible. Bruselas está pendiente de que se defina.
Una cosa más: el enfoque de los mercados en las finanzas públicas no deben hacernos olvidar que el verdadero problema de fondo para la recuperación del crecimiento es la deuda privada. Y muchos comenzamos a pensar que esto es generalizable en los países desarrollados más allá de los europeos. El objetivo de las autoridades, y aquí estoy pensando en los bancos centrales, será hacer compatible el ajuste de la deuda privada y pública con un crecimiento moderado. La cuestión es obligada: ¿dónde queda aquí la recuperación del empleo?.