¿Crisis de la deuda pública?

Según reconoce el FMI en los últimos treinta años se han producido hasta 14 crisis de deuda pública en los países desarrollados y 26 en emergentes.

A finales de agosto el FMI publicó tres análisis diferentes sobre las finanzas públicas de los países desarrollados. La especificación es importante: el hecho de que la Crisis se haya centrado en los países desarrollados ha supuesto un mayor deterioro relativo de sus cuentas públicas frente a las de los países emergentes. Claro que según reconoce el FMI esto no es tan extraño: en los últimos treinta años se han producido hasta 14 crisis de deuda pública en los países desarrollados y 26 en emergentes. Menor frecuencia no significa que sea imposible. Partiendo de la existencia de esta Crisis, admitiendo que podría tener en el futuro consecuencias adicionales muy negativas, es imprescindible entenderla y ofrecer recomendaciones para reconducirla. Esto es lo que pretende el FMI con sus documentos. Por cierto, entre las posibles “soluciones” rechaza la de default al considerarla innecesaria, indeseable e improbable.

Antes de nada, veamos algunas cifras. La deuda pública de los veinte mayores países desarrollados se estima en estos momentos en niveles del 97 % (100% para el G7) del PIB. Pero las previsiones oficiales más neutrales avanzan que podría superar el 115 % del PIB. En 2007 apenas alcanzaba el 78 % del PIB. Por el contrario, el FMI estima la deuda pública en los países emergentes en niveles de 40 %, pudiendo incluso bajar de este cifra en los próximos cuatro años. El deterioro de las cuentas públicas ha sido brutal.
Entre 2007 y 2010 el déficit público de las siete mayores economías desarrolladas ha empeorado más de 7 puntos del PIB para alcanzar niveles del 9.25 % del PIB. Se estima un déficit primario equivalente al 5.3 % del PIB.

Tanto los niveles de deuda pública como el déficit suponen máximos históricos, sin considerar los periodos de las guerras mundiales. Pero lo que más inquieta es su generalización en estos momentos.

¿Una consecuencia de la Crisis? No del todo cierto. De hecho, las medidas discrecionales tomadas por los gobiernos para luchar contra la Crisis sólo explican un 16 % del aumento de la deuda pública. Claro que otro 12 % se debe a las medidas de apoyo a la banca. El resto se corresponde a los estabilizadores automáticos. Según esto, bastaría esperar mejores tiempos para la economía para ver una mejora en las finanzas públicas. Lamentablemente esto no es tan fácil. En parte, por el importante deterioro alcanzado que puede llevar a una espiral de la deuda. Además, la propia Crisis ha llevado a un descenso del crecimiento potencial lo que convierte en irrecuperables parte de los ingresos perdidos o permanentes parte de los mayores gastos.

¿Cómo reconducir estos números? demasiado cerca de niveles insostenibles (por cierto, la calificación de insostenible puede variar entre países en función de su situación actual y pasada), es preciso acometer de forma simultánea reformas estructurales que aumenten el crecimiento potencial e importantes ajustes en las finanzas públicas. El FMI es categórico en este último punto: es preciso adoptar planes fiscales creíbles enfocados a largo plazo para proteger la recuperación económica actual y asegurar la continuidad de la estabilización de los mercados financiero.

Hay un tema que el FMI resalta especialmente. Me refiero al elevado nivel de deuda pública existente previo a la Crisis. Así, el tamaño de la deuda pública entre los países desarrollados no ha hecho otra cosa que crecer desde los niveles mínimos en los setenta. Los momentos alcistas del ciclo en los últimos treinta años no han sido aprovechados para reducir de forma importante la deuda pública. Y esta no ha hecho otra cosa que subir en periodos bajistas. Los intentos de consolidación en el pasado no han ido más allá de intentar estabilizar niveles, pero sin cambiar su tendencia al alza. Y buena parte del aumento estructural del gasto (80 % de total) tiene dos únicas argumentaciones: los gastos en sanidad y los pagos por pensiones. Enfrentarse a estas dos partidas es fundamental para reconducir las finanzas públicas a largo plazo. Y más importante a efectos de los mercados, hacer el ajuste creíble. En caso de fallar en ello, podría desembocar en mayores cortes de financiación y reducir aún más el crecimiento potencial. Una combinación de factores que haría el obligatorio ajuste fiscal posterior mucho más costoso.

El FMI estima que será precisa una mejora del 6.5 % del PIB en el balance primario para reconducir el déficit dentro del G7 y otro 8.75 % del PIB para reducir la deuda pública por debajo del 60 % del PIB en 2030. ¿Cómo hacerlo? Al final, las medidas y el momento de aplicarlas van a depender de cada país. Pero con los límites derivados tanto del margen fiscal del que disponen como de la credibilidad que le otorguen los mercados. ¿Un ajuste enorme? Lo es. Y como he comentado antes, aún más si consideramos el difícil entorno económico y la debilidad de los mercados. Esto ha llevado a contemplar por el mercado una opción hasta el momento tabú: default.

La reestructuración de la deuda no es una opción por parte de los gobiernos. Así al menos lo considera el FMI. En su opinión, un default no es la respuesta al Problema; tampoco el Problema es la carga financiera por la elevada deuda (2.0 % del PIB), sino el deterioro de las finanzas públicas. La restructuración de la deuda no evita el ajuste fiscal posterior y deteriora la credibilidad del Gobierno (y del país) con una mayor prima de riesgo al mismo tiempo que menor acceso al mercado en el futuro.