José Luis Martinez Campuzano analiza la situación actual a la que se enfrenta el Banco Central Europeo
Podríamos dividir el Consejo del ECB en dos grupos, en función de su posición sobre la posibilidad de tomar nuevas medidas expansivas:
1. Aquellos que consideran que la política monetaria ha ido demasiado lejos, con un efecto ya limitado y con evidentes riesgos a medio plazo en caso de mantener las condiciones tan laxas actuales.
2. El resto que defiende que la política monetaria no puede marcar límites cuando el riesgo de deflación es elevado en un entorno de debilidad económica y desapalancamiento.
Los primeros de la clasificación anterior defienden que es fundamental marcar límites estrictos entre la política monetaria y la política fiscal, defendiendo por encima de todo su independencia.
Por el contrario, los segundos advierten que la inflación es un fenómeno monetario y estarían no cumpliendo su mandato si no intentan combatir el deterioro de las perspectivas de inflación.
Al final, los que rechazan seguir “abusando” de la política monetaria también lo justifican en el riesgo moral que conlleva en términos de ajuste de los desequilibrios: desincentiva ajustar la deuda, especialmente la pública, en la medida que favorece unas condiciones de financiación demasiado laxas.
El resto, aunque acepta lo anterior, lo considera un coste asumible mientras se lleven a cabo las reformas estructurales pendientes. Al ritmo que sean.
Reformas, reformas y más reformas. Al final, siete años tras el estallido de la Crisis seguimos defendiendo los mismos argumentos para superarla. Me refiero a políticas económicas (fiscales y monetarias) enfocadas en aumentar la demanda, generando todo el tiempo que sea necesario para ajustar la oferta. Como hemos visto en el último G20, la diferencia es que ahora se admite ya oficialmente que las políticas de demanda sólo ofrecen tiempo para resolver los problemas; su solución pasa por reformas y ajustes.
Problemas como la elevada deuda y bajo crecimiento potencial, especialmente. De hecho, en mi opinión reducir la primera y aumentar el segundo pasarían a ser las principales soluciones de la Crisis. Y es que siete años después de iniciada seguimos hablando de la misma crisis que nos llevó a la Gran Recesión en 2009, que fue un caldo de cultivo perfecto para la Crisis del Euro y que ha conllevado el movimiento de ida y vuelta en los precios de commodities y flujos de inversión hacia las economías emergentes. Una nueva fase ahora de la misma crisis, con especial énfasis en este momento en la falta de confianza de los inversores financieros y/o descredito de la política monetaria. El resto, entre la inestabilidad en los mercados de divisa y presión sobre la banca mundial, era algo más que esperable con el tiempo.
Sí, reformas. Y también ajustes. ¿Qué no saben a qué me refiero? La verdad es que la demanda de reformas estructurales se ha convertido en un mantra que se repite sin cesar. Un buen ejemplo es el Ministro de finanzas alemán, que reclama reformas a nivel mundial sin explicar del todo cómo se puede justificar que su país mantenga un superávit por cuenta corriente superior al 8 % del PIB. ¿No es también un desequilibrio que se debería resolver? Un exceso de ahorro que explica, en parte, que la curva de tipos de interés de la deuda alemana esté en negativo.
A Alemania, en general también a nivel mundial, se le está pidiendo que busque una combinación adecuada de aumento de la demanda a corto plazo y aumento del crecimiento potencial a medio y largo plazo. Específicamente para Alemania, reformas que se enfoquen en diversificar más su economía desde el sector manufacturero a uno de servicios y con mayor peso del consumo privado en la demanda frente a la demanda exterior. También mayor inversión, naturalmente. En el resto, reformas que aumenten la flexibilidad en la producción e incentiven la inversión productiva. Reformas que lleven a un aumento de la productividad: inversión, productividad y demografía componen el crecimiento potencial. Sí, la actual Crisis de Refugiados ofrece oportunidades a medio plazo desde una perspectiva económica que compensan los riesgos sociales y políticos que ahora tanto destacamos.
Reformas en el mercado de trabajo. ¿Por qué la baja productividad en los países desarrollados? Parte del argumento se deriva del bajo stock de capital, con las nuevas tecnologías poco intensivas en capital en términos relativos a la industrialización en términos de capital. Otros, sin embargo, aluden a la falta de flexibilidad del mercado de trabajo. A la existencia de un salario elevado de “reserva” que presiona a la baja al de “eficiencia”. La relación positiva entre el segundo y la productividad marginal, frente a la negativa del primero. La rigidez salarial se ha considerado como su mejor exponente, especialmente en un contexto de deterioro cíclico. Las reformas en el mercado de trabajo se han enfocado en descentralizar la negociación salarial, reducir la indexación salarial, menor importancia de los convenios colectivos, mayor flexibilidad en la jornada de laboral y menores costes de ajuste de empleo. Reformas necesarias a medio plazo, pero con enorme coste social y político a corto plazo.
¿Y la deuda? ¿cómo enfrentarse a un escenario de elevado endeudamiento mundial?. En los primeros años de la Crisis floreció un debate entre los economistas sobre el impacto del elevado endeudamiento público y el crecimiento. ¿Lo recuerdan? Niveles del 90 % del PIB se consideraron inicialmente como excesivos, para ser superado este temor ante la restricción financiera llevada a niveles máximos. Lo importante, fue la conclusión, son los bajos intereses y no tanto el elevado nivel de deuda. Ahora muchos nos estamos cuestionando seriamente esta conclusión.