El consumo privado es gasto personal en bienes o en servicios, en tanto el consumo público, por su parte, es el que realiza el gobierno. En este artículo veremos cómo medir el estado de forma del consumo privado
A lo largo de los próximos meses iremos mostrando algunos indicadores para tratar de adelantar las tendencias y el estado de salud del consumo estadounidense. Del mismo modo que cuando explicábamos el PIB y los indicadores de actividad, podemos hacer una distinción entre indicadores adelantados e indicadores reales. Los indicadores adelantados del consumo incluyen las encuestas de confianza. Los indicadores reales serían las ventas al por menor y los ingresos personales, por ejemplo.
No obstante, antes de comenzar a explicar estos indicadores, debemos definir qué se considera consumo y qué importancia tiene en la economía, especialmente en la estadounidense. Debemos diferenciar entre consumo público y consumo privado.
El consumo privado es gasto personal (principalmente, gasto de los hogares) en bienes o en servicios. Se excluye de esta definición el pago de intereses, la compra de inmuebles o solares, transferencias al extranjero, gasto empresarial y gasto en artículos de segunda mano (como ya vimos en el anterior número, al hablar del PIB).
El consumo público, por su parte, es el que realiza el gobierno. En próximos artículos veremos cómo medir el estado de forma del consumo privado, dejando el estudio del consumo público para más adelante.
La importancia de este componente del PIB reside en que representa en torno al 70% del PIB estadounidense. Así, un incremento en torno al 1% del gasto personal en Estados Unidos se traduce en un aumento en torno al 0,6% del PIB total (ceteris paribus, por supuesto).
De acuerdo a la teoría, podemos señalar como factores que más influyen en el consumo a los siguientes: los ingresos, la inflación, los tipos de interés, el crédito, el patrimonio total y factores sociales.
Los ingresos tienen una relación positiva con el nivel de consumo. Así, intuitivamente, uno podría asegurar que cuanto mayor sea el nivel de ingresos, mayor será el gasto personal. De hecho, la correlación que existe entre la evolución interanual de ambas series desde 1990 es muy alta, superior al 83%. Es más, las expectativas de ingresos también influyen en las decisiones de consumo. Así, aunque los ingresos actuales sean bajos, pero las perspectivas sean de un aumento de ingresos, el consumo se verá beneficiado.
La relación que existe entre inflación y consumo es bastante más compleja. En principio podría parecer que en periodos con una inflación elevada, los consumidores ahorrarían más, para mantener el nivel de riqueza. Sin embargo, la experiencia demuestra que esto no es así. La correlación entre ambas variables es negativa, pero muy cercana a 0. Lo anterior podría encontrar su explicación en que los consumidores, ante la expectativa de una subida de precios debido a la inflación, adelantarían sus decisiones de consumo. Por tanto, la variable que definiría el consumo será la expectativa de los consumidores sobre los precios (y su acierto o error) y no la inflación real.
En cuanto a la relación entre tipos de interés y consumo privado, simplificando mucho, la experiencia parece demostrar que un aumento de los tipos de interés desincentiva las decisiones de consumo, promoviendo el ahorro. Al ser más caro obtener crédito y estar mejor pagado no gastar, el consumo se ve afectado de forma negativa por unos tipos de interés altos.
En este sentido, el crédito es un factor muy importante que afecta al consumo, específicamente el crédito al consumo. De hecho es una de las variables clave que podemos encontrar analizadas en las actas de la Fed. En principio, cuanto mayor sea la facilidad de obtener un crédito, mayor será el gasto personal.
El patrimonio total del consumidor afecta de forma positiva a las decisiones de consumo, lógicamente. Un aumento de valor de los activos objeto del ahorro (como inmuebles, renta variable, bonos, etc) se traduce en un aumento de la riqueza y por tanto, al sentirse el consumidor más rico, incrementará su gasto.
Finalmente, entre los factores sociales cabría destacar especialmente la actuación del gobierno, a través de los impuestos al consumo (cuyo aumento equivaldría a un aumento de la inflación en cuanto al efecto –adelanto del gasto y después menor consumo) o a través de incentivos al ahorro (los planes de pensiones o las cuentas de ahorro vivienda, por ejemplo).
Cabe subrayar que cuando estudiamos el PIB desde el punto de vista del gasto, en sentido amplio, podemos considerar todos los elementos como consumo. Sin embargo, cuando el consumo es realizado por empresas, se considera inversión. Así, a la hora de su medición el concepto de consumo no es sólo económico, sino sobre todo legal (es decir, que en las líneas difusas del gasto, cada instituto de estadística podrá decidir qué es y qué no es consumo).
En Estados Unidos el consumo privado se conoce mensualmente, junto con los ingresos (que estudiaremos en el próximo número). El dato publica información con dos meses de retardo. Por ello, suele ser sencillo adelantarlo. Por otro lado, trimestralmente se publican los datos de consumo privado como componente del PIB. Por ello, cuando se publica el dato mensual de final cada trimestre, ya se conocía con anterioridad. El dato mensual se publica el primer día laborable del mes, a las 14:30 hora española. El factor de revisión es alto, y cada mes se revisan los tres meses anteriores. Así mismo, en junio se realizan ajustes que suelen afectar los cinco últimos años de la serie. La entidad encargada de este dato es el Bureau of Economic Analysis (ww.bea.gov). En cuanto a la influencia del consumo en las bolsas, es comprensible visto lo anterior. Así, la correlación entre los rendimientos interanuales es superior al 60%.
Cabe tener en cuenta a la hora de analizar el consumo que es una serie muy pegada al ciclo económico. Esto significa que dentro de los componentes del gasto hay series más inestables que otras, a las que les influirán de forma diferente los factores resumidos anteriormente. Así, por ejemplo, uno de los componentes más inestables del consumo es el de bienes duraderos (es decir, con vida superior a un año, como coches, mobiliario, electrodomésticos, etc). Este gasto suele ser el primero en dar señales de debilidad ante un enfriamiento de la economía. En cambio, el consumo de bienes perecederos suele ser más complicado de reducir.