Detectar divergencias globales le permite capitalizar la vuelta a un punto de equilibrio o de “normalidad”. El máximo potencial de beneficio reside en el momento justo antes del punto de máxima distorsión económica como veremos en algunos ejemplos.
Existen varias vertientes de lo que se conoce como Análisis Intermercado. La más conocida consiste en estudiar los movimientos cíclicos entre la renta fija, los índices bursátiles y las materias primas. Es lo que se conoce como “ciclo de negocios” y cuya utilidad reside en identificar y anticipar cambios substanciales en las tendencias de cada activo.
Otra vertiente consiste en detectar las rotaciones entre los diferentes sectores de la bolsa para saber en qué etapa del ciclo económico nos encontramos y de esta manera ponderar nuestra cartera de acorde a la situación del mercado. En una primera etapa de expansión económica, por ejemplo, son las empresas tecnológicas que habitualmente destacan junto a las constructoras, mientras que en una fase tardía de contracción económica se desempeñan mejor las acciones de empresas relacionadas con las finanzas o las utilidades.
El tercer enfoque consiste en analizar las influencias globales que ejercen los mercados entre sí. Por ejemplo: las tendencias en el mercado de divisas que informan hacía donde fluye el dinero; los precios de las materias primas que sirven de barómetro de la inflación; o los bonos como indicadores de cambios en el precio del dinero.
La manera en cómo se relacionan los diferentes activos no responde a un modelo estático. No obstante, la migración de capital de un mercado a otro sigue una lógica que ha despertado el interés de analistas como Martin Pring o John Murphy. Estos dos precursores del análisis intermercado nos enseñaron a aplicar estudios técnicos que hasta entonces se utilizaban para analizar un solo mercado, a la acción del precio de diferentes mercados. Dichos estudios son, entre otros, correlaciones, ratios de fuerza relativa, y divergencias. Este tipo de análisis, poco explorado y explotado, representa según Murphy, un puente que salva el abismo patente entre los análisis fundamental y técnico. La ventaja de esta fusión se basa en la característica que tienen los mercados de reflejar en sus precios las expectativas de eventos futuros. Es decir, mientras que el análisis de estadísticas económicas es retrospectivo, este mecanismo típico de los mercados les hace adelantarse a sus propios fundamentales.
Dado que tanto los índices de bolsa como los tipos de interés se suelen mover de forma similar en todo el mundo, el analista técnico está siempre al acecho de posibles incongruencias técnicas. Detectar divergencias globales le permite capitalizar en la vuelta a un punto de equilibrio o de “normalidad”. El máximo potencial de beneficio reside en el momento justo antes del punto de máxima distorsión económica como veremos en algunos ejemplos.
La relación entre mercados en un contexto inflacionista:
La renta fija suele ser el punto de partida en el análisis intermercado. En este artículo, no obstante, tomaremos al dólar como eje central a partir del cual retrataremos las diferencias relaciones entre bonos, índices y materias primas (commodities).
Los mercados de divisas, y en especial el dólar, juegan un papel indirecto en el cuadro intermercado: la influencia del dólar en los bonos y la bolsa se filtra por su correlación inversa con las materias primas, tanto si la amenaza es la inflación como la deflación. Un aumento en los precios en las materias primas debido a un dólar en declive, hace reaparecer miedos a la inflación y pone presión sobre las autoridades monetarias que al subir el precio del dinero, impactan negativamente en la bolsa. Esto da lugar a una correlación positiva entre bolsa y el dólar. Los efectos inflacionistas necesitan su tiempo para filtrarse por el sistema, razón por la que la influencia por veces se muestra desfasada.
También se ha observado que un dólar inflacionista, lo que en este contexto significa bajista, puede coexistir con precios de bonos y acciones alcistas. Esto no representa un problema serio siempre que las materias primas no suban sus cotizaciones.
Un dólar alcista, por otro lado, es considerado como no-inflacionista porque ejerce presión sobre los precios de las materias primas. En una situación en que los inversores no esperan un escenario inflacionista, las materias primas dejan de jugar un papel de cobertura contra la inflación y bajan sus cotizaciones. Como consecuencia, los tipos de interés tenderán a subir, y los bonos se vuelven más atractivos con un rendimiento más alto. El dólar alcista también se hace más atractivo y se observa una rotación del dinero desde de las materias primas hacía el dólar. Debido a esta relación del dólar con las materias primas e indirectamente con los bonos, la dirección del dólar también nos anticipa en qué dirección es más probable que se muevan los tipos de interés. En cuanto a la bolsa, las acciones de empresas americanas también atraen el interés comprador porque la subida del dólar aumenta el rendimiento absoluto que inversores globales pueden obtener con ellas.
Como mencionaba antes, una divisa fuerte también es un atractivo para la bolsa de ese país o zona monetaria, mientras que inversores cuya moneda doméstica pierde valor tienden a buscar rentabilidad en mercados bursátiles extranjeros, donde además de las rentabilidades variables (y dividendos) está la apreciación de la moneda extranjera frente a la doméstica.
Una fuerte divisa también aumenta el atractivo de la renta fija del país que la emite, mientras que una moneda débil envía un mensaje contrario. No obstante, no todos los países y divisas se comportan igual: un país exportador sufrirá presiones deflacionistas si su moneda se aprecia ya que le costará más exportar. Esta situación sucede cuando la Reserva Federal devalúa el dólar para crear un poco de inflación en EEUU, una medida que conlleva deflación en los países exportadores al aumentar el valor relativo de sus monedas.
La secuencia de relaciones intermercado que prevalecieron durante gran parte del siglo XX son las siguientes: el dólar es considerado un indicador de la dirección de las materias primas, que a su vez impactan sobre los bonos y consecuentemente sobre los tipos de interés. A su vez, los bonos impactan también sobre la bolsa. Cuando los precios de los bonos están bajando, significa que hay presiones inflacionistas. Una divergencia entre los dos activos- un máximo en la bolsa no confirmado por un máximo en los bonos- es una alerta que un avance en la bolsa puede estar cerca de su final. Es importante conocer la dinámica subyacente a los rendimientos en la renta fija: puede ser debido a las expectativas de tipos de interés o a una huida hacia la seguridad que representan los bonos. Un aspecto al que se mantienen alerta los inversores es el ritmo de cambio en los tipos de interés: una tendencia en los tipos de interés causa una migración de capital hacía las bolsas o hacía los bonos, -según el que sea más atractivo en ese momento-, que durará hasta que el nuevo equilibrio se refleje adecuadamente en las cotizaciones.
Hemos visto en este contexto que la correlación entre las commodities y los bonos es inversa, lo que significa que si un inversor de bonos observa las materias primas formando un suelo, probablemente debería tomar beneficios en renta fija.
Otra de las relaciones principales es la del oro, como commodity, frente a otras divisas. Un dólar bajista es positivo para el precio del oro porque este está valorado en dólares. Cuando la bolsa americana y el dólar bajan juntos, el oro normalmente brilla. Sucede así porque el oro está valorado en dólares y también porque su subida se interpreta como inflacionista lo que hace que suban los tipos de interés que a su vez influye negativamente en la bolsa. En este sentido, los precios de las commodities son un indicador adelantado de la inflación. Este aspecto hace que muchos inversores internacionales decidan no invertir en valores americanos si su apreciación no compensa la pérdida de valor del dólar.
Las materias primas fuentes de energía, más que una influencia psicológica sobre las expectativas de inflación, tienen un impacto importante sobre la economía y han sido un precursor de varias recesiones cuando se cotizan al alza. Si el petróleo sube, por ejemplo, no será una sorpresa ver una subida correspondiente en los tipos de interés sobre todo si el cobre va a la par. A la inversa, una caída de precios de metales industriales se asocia a condiciones económicas débiles y a tipos de interés a la baja (para tal de estimular la economía).
Las relaciones intermercado en la actualidad
Veremos en la segunda parte del artículo que las relaciones intermercado actuales se caracterizan por un dólar inversamente correlacionado con la bolsa, y en consecuencia, una bolsa que se mueve en tandem con las materias primas aunque la bolsa tiende a cambiar de rumbo antes que las commodities.
Aunque las materias primas sigan manteniendo una correlación inversa con el dólar, la bolsa y las materias primas se mueven ahora de forma inversa a los precios de los bonos (mientras que los rendimientos de los bonos muestran una correlación positiva con la bolsa). Cabe estar alerta a cualquier cambio en estas relaciones dado que no son fijas. La tabla a continuación es solamente una guía general, dado que las correlaciones pueden deshacerse en determinados momentos.