¿Son los patrones chartistas clásicos que todos conocemos tan eficaces como parecen? Veamos algunos aspectos prácticos sobre su aplicación en el mercado.

En la segunda mitad del siglo pasado, el mundo industrial y concretamente Japón fue incorporando métodos estadísticos de control de la calidad. El mundo occidental aportó gran parte de esa teoría de las manos de William Edwards Deming y Joseph Juran, los japoneses lo llamaron “inteligencia racional” que supieron combinar con la “inteligencia emocional” oriental basada en su milenaria filosofía de superación. Años más tarde, Kaoru Ishikawa retomó este concepto para asentar las bases de la mejora continua o Kaizen que hasta nuestros días ha perdurado.

En una época en la que miramos la eficiencia, la calidad y la productividad como uno de los elementos más importantes del trabajo, lo primero en lo que deberíamos centrar nuestro esfuerzo es en tomar consciencia del “dónde estamos” en este terreno de juego que representa la especulación.

EL TRADER CONSCIENTE

Si miramos un siglo atrás la labor de especular era muy profesional, pasaba prácticamente de padres a hijos o se centraba en ciertas familias que tenían acceso al capital, la información y los conocimientos necesarios para vivir de la compraventa de activos. El precio salía del ticker por una “cinta” cuyos valiosos datos llegaban de este modo a estos profesionales.

EDISON TELEGRAPH TICKER

En la actualidad, gracias a Internet y los “nuevos medios” de los que disponemos, tenemos acceso a casi cualquier información relativa a una empresa cotizada, una materia prima o un activo concreto, y esta información nos llega de manera inmediata. La realidad es que tenemos un exceso de información en muchos de los casos; medios digitales, blogs, revistas y libros nos muestran los entresijos de este mundo, sus bondades (al estilo de un anunciante televisivo), la facilidad de acceso para “cualquiera” que se acerque a él y las innumerables técnicas para aprovechar ingentes oportunidades de negocio.

En los primeros años como “trader” es común a la mayoría tener una confianza ciega en lo que nos cuentan los “gurús del mercado” o aquello que podemos leer en un libro sobre cómo enriquecerse fácilmente operando en bolsa. Se nos enseña que lo que está en los libros (a menudo teorías de hace más de 50 años) es lo que necesitamos saber para “ganar”. Y es en parte cierto, conocer lo que sucedió, los conocimientos, las técnicas y razones por las que se fueron resolviendo las tendencias en el pasado es clave para entender la actualidad, pero la realidad es que al igual que el flujo de información, las formas de operar, las estrategias y las razones han ido cambiando, evolucionando y adaptándose a los tiempos.

En mi experiencia pocos han sido los operadores que encontré en mi camino que cuestionaran métodos o teorías de la época en la que “el ticker” nos daba la información del precio, al contrario, era fácil encontrar a los que se aferran a las figuras que se nos muestran en los libros, en algunos casos atrevidos puntualizando algún detalle o incorporando algún indicador a esos dogmas escritos en el pasado.

El chartismo nos enseña infinidad de figuras técnicas que pasamos a buscar desesperadamente en el precio e intentamos operar una y otra vez sin más condición que en el pasado la hayamos visto funcionar o en un libro vimos cómo se cumplía el patrón a la perfección. Lo hacemos en cualquier timeframe o en cualquier activo, con la convicción de que volverá a suceder una y otra vez y nos convertiremos en buenos traders. En el mejor de los casos y siempre que hayamos utilizado un money management adecuado habremos conseguido no descapitalizar la cuenta, pero los resultados estarán lejos de lo esperado. Es importante ser conscientes de la realidad que operamos.

EL TRADER QUE SE ADAPTA

Llegado a esta fase uno se pregunta… ¿alguien ha comprobado si estas estructuras chartistas de las que me hablan en libros y cursos funcionan? Claro que funcionan, pero el secreto para sobrevivir en esta avalancha de información que recibimos es saber en qué medida funcionan. ¿Funcionan en cualquier timeframe? ¿Se cumplen en cualquier activo de la misma manera? ¿Todas las estructuras son igual de eficaces?

Figura 1. Estructuras chartistas.

Algunos ejemplos estadísticos de 6 meses de mercado (marzo-agosto 2014):

A la vista de estos datos podemos concluir que no es lo mismo operar estructuras chartistas en un activo u otro, o en diferentes espacios temporales. Claro que llegados a este punto la inseguridad en la que podemos caer es muy grande. ¿Cómo lo afrontamos?

La adaptación a esta circunstancia es fundamental para sobrevivir en el día a día de nuestra operativa. Debemos sin ninguna duda elegir tan solo algunos patrones a operar, buscar el mercado y timeframe en el que suelen funcionar mejor y utilizar esos datos como ventaja estadística. Lo que planteo es marcar unos umbrales de eficiencia de las estructuras que operamos (el histórico utilizado dependerá del timeframe utilizado y de las figuras encontradas en ese espacio de tiempo).

Si por ejemplo sabemos que operar la figura del Hombro Cabeza Hombro en el DAX en gráficos de velas de 30 minutos tiene un porcentaje de cumplimiento de su objetivo del 70%, tendremos que ponernos unos límites semestrales en los que si la efectividad baja del 55% tendremos que revisar si han cambiado las condiciones de mercado, si debemos adaptar nuestra manera de medir las estructuras, si debemos reducir el apalancamiento en las que se salgan de nuestros parámetros… el caso es mantener el control sobre lo que hacemos y no dejar que las creencias en el cumplimiento de una figura nos hagan tropezar más veces de las que debiéramos.

EL TRADER EFICIENTE

Convertirse en un operador eficiente, al igual que los modernos electrodomésticos actuales, un trader de “clase A+++” está a nuestro alcance. Una vez que hayamos comprobado que esa estrategia que nos han mostrado en un curso o hemos leído en algún medio, funciona en el mercado en el que trabajamos nosotros y podemos definirle unos umbrales de eficiencia, podemos mejorar nuestro trading añadiéndole filtros, de niveles, indicadores, infinidad de reglas que mejoren esa estrategia operativa y en definitiva aumenten ese porcentaje de acierto y nos alejen del balance mensual negativo.

Me he centrado mucho en la estrategia y la calidad estadística de la misma (inteligencia racional) pero tan importante o más lo es la actitud del operador ante ésta y los movimientos del mercado. No siempre operamos las estructuras tal y como lo tenemos planeado o dibujado, el mercado nos coloca una y otra vez en situaciones en las que tomamos decisiones precipitadas o se ralentizan nuestras reacciones ante un movimiento concreto. En esto, la experiencia es sin duda un grado, pero ante el objetivo de una estructura —que en un backtest visual hemos dado por buena— vaya a dar 50 puntos, en muy pocas ocasiones nos llevaremos justo esos 50 puntos a nuestra cuenta y aquí la “inteligencia emocional” es la otra parte de la ecuación que debemos trabajar y ajustar.

Nuestra personalidad ante el mercado hará que cada operador —aunque solo sea ligeramente— entre y salga del mercado en lugares distintos. Lo que debemos hacer para ir evolucionando hacia una productividad mayor tras comprobar estadísticamente que nuestra estrategia es positiva es medir cuánto nos cuestan las ineficiencias de nuestra personalidad operativa. Ir comparando nuestras operaciones y sus resultados con cada objetivo matemáticamente calculado en el backtest de nuestra estrategia, de este modo podremos saber dónde “metemos la pata” emocionalmente y también definir nuevas reglas operativas que se ajusten nuestra personalidad de operador.

No se fíen de lo que les cuenten, ¡compruébenlo! Háganlo suyo y aprovechen sus estudios para adaptarlo a su personalidad operativa. Disfruten del mercado.