En pasados artículos hemos dado algunas pinceladas acerca de diferentes componentes de la inversión y destacamos la inversión en bienes de equipo, al ser fundamental para la sostenibilidad del crecimiento económico en el largo plazo.

En concreto, la inversión en bienes de equipo engloba el gasto de las empresas en equipo y maquinaria para ser utilizado en la producción. Supone en torno al 40% de la inversión total y es un componente muy volátil del PIB. Así, su tasa interanual tiene una desviación típica superior al 10% (frente a, por ejemplo, el 1,8% del propio dato del PIB o el 1,6% del dato de consumo).

Podemos resumir como los principales factores relevantes para realizar una inversión en bienes de equipo en tres: la rentabilidad de la inversión, las expectativas y la capacidad productiva en uso.

En cuanto a la rentabilidad de la inversión, sencillamente una empresa no invertirá en un bien duradero salvo que genere ingresos superiores a los costes. En este contexto, diferentes modelos teóricos, a veces de muy complicada aplicación práctica, tratan de explicar el comportamiento de la Inversión en capital a través de estas variables. Entre ellos, destacan modelos como el del multiplicador de Keynes, el de flujo de caja de Grunfeld, el modelo neoclásico de la inversión o el modelo de la Q de Tobin. Sin entrar a valorarlos, lo esencial es tener cuenta que las condiciones sean propicias para que una inversión funcione.

Es decir, habrá que tener en cuenta variables como la facilidad para obtener capital; el precio del capital, en el que entrarían de nuevo muchas variable, la más importante de ellas el tipo de interés (a mayor tipo de interés, mayor el precio del capital y por tanto mayores deberán ser los ingresos que proporcione en el futuro para que nos convenga invertir, etc); así como otros factores como los impuestos, etc.

En cuanto a las expectativas; son fundamentales. La decisión de inversión no se basará sólo en las condiciones actuales, sino que será necesaria así mismo la confianza en el futuro. Aquí entran en juego el análisis de indicadores adelantados como el PMI, los ISM, el IFO, el ZEW, etc.

Así mismo cabe investigar indicadores como la confianza de los consumidores, o la evolución de las perspectivas de crédito, aunque este último suela ser un indicador algo atrasado.

Finalmente, ya vimos la capacidad productiva en uso al hablar de la producción industrial. Con el dato de producción suele publicarse el de utilización de la capacidad. Este indicador indica en porcentaje en qué medida las empresas utilizan las instalaciones y maquinaria que disponen.

Es un concepto complicado de medir, distinto en diferentes periodos de tiempo. Una utilización muy elevada podría implicar presiones inflacionistas, pero también la necesidad de ampliarla, y por tanto de que aumente la inversión en bienes duraderos.

Cabe recordar de nuevo que aunque la media histórica suela situarse en torno al 80% en diferentes economías, puntualmente podría superar el 100%. Esto se debe a que lo que mide es la capacidad sostenible, normalmente inferior a la utilizable.

Un contexto de crecimiento fuerte con elevada utilización de la capacidad, podría adelantar subidas de tipos de interés, negativas para la inversión. Sin embargo, si se espera una demanda sostenida, las empresas tendrán incentivos para aumentar la inversión.

Además, otros indicadores que pueden ayudarnos a estimar el comportamiento de la inversión en bienes de equipo podrían ser algunos como la matriculación de vehículos de carga, la venta de coches (como indicador de confianza), el tránsito en autopistas, etc.