La virtud de la humildad en el trader

Muchas son las emociones peligrosas para el trading y muchos los defectos que deben ser corregidos (antes de que sea el mercado el encargado de hacerlo), pero uno de ellos, sin ninguna duda, se lleva la palma: el orgullo.  Si existe un lugar en el que se nos vaya a juzgar por como somos como personas, ese va a ser los mercados financieros. Pero no debemos confundirnos: al mercado no le va a importar si somos amables, si somos simpáticos, si colaboramos con un comedor social o si estafamos a hacienda. Eso es importante quizá para otras cosas. El mercado nos va a juzgar a cada tick a un nivel muchísimo más básico pero más complicado de explicar y, sobretodo, de soportar, porque los juicios negativos acabarán siempre antes o después en pérdidas pero los positivos no siempre acaban en ganancias. Los mercados nos van a juzgar a nivel emocional y nos llevarán a un límite de frustración semejante al de los comerciales que se dedican a la llamada a puerta fría. El trading, por mucho que se pretenda darle extensión y publicidad, no está hecho para todos los públicos. Ahora bien, este mismo juicio, que a veces resulta frustrante especialmente para los novatos, es lo que anima a la mayoría de operadores a seguir adelante en su camino hacia la libertad financiera, puesto que los frutos que se obtienen con el trabajo y la lucha diaria saben mejor. La operativa en los mercados no nos va a hacer más amables, ni más cariñosos, ni más solidarios. Pero nos va a hacer mejores personas a un nivel que de lo básico que es, puede resultar poco comprensible para el extraño. Y es que el mercado nos juzga cada jornada a nivel emocional. Y aquí, por mucho que puedas volverte frío en apariencia, no dejas de estar continuamente expuesto a caer en la peligrosísima tentación (especialmente en los mercados) de dar rienda suelta a los estados de ánimo. Muchas son las emociones peligrosas para el trading y muchos los defectos que deben ser corregidos (antes de que sea el mercado el encargado de hacerlo), pero uno de ellos, sin ninguna duda, se lleva la palma: el orgullo. Por mucho que escuchemos miles de veces el consejo de que debemos ser humildes y mirar al mercado con ojos de novato pero con corazón de experto, nuestro orgullo (siempre entendido el orgullo en su forma negativa) nos juega malas pasadas, activando en nuestro cerebro ideas preconcebidas que son muy complicadas de echar fuera una vez las hemos tomado como dogma. El orgullo, como tantas otras cosas, tiene medidas. En su medida justa es perfecto y debe ser normal sentirnos orgullosos de nuestros amigos, de nuestra pareja o incluso de nosotros mismos. Sin embargo, tanto el exceso como el defecto, son dañinos. El defecto porque cada persona tiene una dignidad y no debe tolerarse bajo ningún concepto que sea herida y el exceso porque la palabra sube un peldaño, deja de ser orgullo y pasa a ser soberbia. El trader soberbio confunde escepticismo con duda metódica y pensamos que gracias a lo mucho que sabemos ya no necesitamos aprender nada más. Y es la soberbia lo que nos hace reírnos de tal amigo o cual experto que no tiene ni idea y pensar que nuestra opinión es la única correcta y si no lo es da igual, porque el mercado es una lotería en la que a veces se gana y otras se pierde. Y es soberbia lo que nos hace no indagar en ese producto tan complicado, porque “yo entiendo mucho de derivados” y luego resulta que el producto vencía al mes y nos damos cuenta de que hemos perdido todo, pero el culpable es la entidad emisora por no informar. Y es la soberbia la que nos hace reírnos del operador del broker de turno porque ha comprado 1.000 en vez de 100 y luego, por no leer el manual de ese programa de gráficos tan bonito, resulta que nos confundimos y en vez de comprar ponemos una venta, pero la culpa es del programa. Y es la soberbia el defecto que más pondera a la hora de identificar si un trader sufre o no con fuerza el efecto disposición. Suele tener una correlación perfecta, cuanto más soberbio, más deja correr las pérdidas y más pronto corta las ganancias (aunque eso no sea solo cuestión de orgullo). Al final es la gente orgullosa la que sale primero del mercado o la que permanece en él pero con años de ganancias ridículas (altamente valorados por ellos) y años de pérdidas millonarias. Por ello el trader debe, ante todo, ser humilde. Saber que cuando crea que lo ha aprendido todo es porque aún no se ha enterado de nada, que el mundo de las inversiones es enorme, que igual que hay gente que es peor que nosotros también la hay que es mejor. Y, sobretodo, que siempre, siempre hay algo nuevo que aprender. Siempre hay un nuevo producto. Un nuevo dato. Una nueva mente a la que se le ha ocurrido una gran idea que podría funcionar. Esto no significa que uno deba ser voluble, para nada, uno debe defender sus opiniones con orgullo. Pero nunca con soberbia, porque en el mundo de la economía no existen dogmas.