A diario tenemos que tomar multitud de decisiones. Decisiones que como objetivo final nos traerán un castigo o una recompensa. Obviamente, los resultados de nuestras decisiones, aunque nos empeñemos en marcar dos únicos resultados, pueden tener diferentes impactos en nosotros. Por ejemplo, a pesar de que tome mal una decisión en dos ocasiones el resultado puede estar entre llevarme un susto o tener una notable pérdida. Bien sea al no mirar al cruzar la calle o estar convencido de que el mercado debería subir ya.

Todos estamos contentos al tomar buenas decisiones. De hecho, al mirar atrás en nuestra vida el resultado de hoy es la suma de nuestros aciertos y desatinos, pudiendo decir que si nuestra vida hoy es agradable es porque probablemente el peso de los aciertos prevalece sobre el de los fracasos.

Ahora bien, cabría esperar que un éxito se saboreara con la misma intensidad que un fracaso. ¿Es esto así cuando hacemos trading? Daniel Kahneman, al que tanto debemos en el campo del trading, aunque probablemente no haya abierto una posición nunca, demostró con la teoría de las perspectivas, en concreto al hablar de la aversión a las pérdidas, que el dolor de una pérdida supera con creces la alegría de una ganancia.

El experimento se realizó con diferentes personas en el que se les propuso una apuesta al 50% en la que se podría perder 10 dólares o ganar una determinada cantidad. Lo interesante fue ver la mayoría de los participantes exigieron un promedio de 25 dólares para aceptar la apuesta. O lo que es lo mismo, una pérdida de 10 dólares equivalía para los participantes al placer de ganar 25.

¿Qué nos explica esta teoría? Por qué nos sentimos tan mal ante las pérdidas y no experimentamos la misma alegría con las ganancias. Además, teniendo en cuenta esto, no nos sorprende ver por qué sistemas con una ganancia media baja nos resultan prácticamente imposibles de aplicar discrecionalmente.

¿Será verdad que no estamos hechos para el trading?